INTRODUCCIÓN
La presencia excesiva de la medicina en nuestras vidas y
el deseo de un estado de bienestar absoluto ha expuesto un fenómeno que llama
cada vez más la atención del mundo: La medicalización. Este término describe el
proceso en el que aspectos de la vida humana se definen y tratan como problemas
médicos, usualmente como enfermedades o desórdenes (1). Por ejemplo, al hecho
de presentar dificultad para adaptarse al trabajo luego de unas plácidas
vacaciones se le conoce como síndrome postvacacional o fingir ser feliz en un
estado depresivo hoy en día es conocido como síndrome del sisi (2).
Pero, para explicar de manera más clara este concepto,
es importante recordar cómo hace unas décadas no se nombraban algunas
patologías que hoy en día parecen ser muy recurrentes. Los estudiantes de
medicina del siglo XX no escucharon mencionar condiciones como el desorden
hiperactivo y deficit de atencion (DHDA), anorexia, síndrome de fatiga crónica
(SFC), desorden de estrés postraumático (DEPT), desorden de pánico, síndrome
premenstrual (SPM) (3).
Claramente, el número de problemas de la vida que se
definen como médicos ha aumentado enormemente. ¿Significa esto que hay una
nueva epidemia de problemas médicos o que la medicina está en mejores
condiciones para identificar y tratar problemas ya existentes? ¿O significa que
toda una gama de problemas de la vida han recibido diagnósticos médicos y están
sujetos a tratamiento médico, a pesar de la dudosa evidencia de su naturaleza
médica? (3)
Tradicionalmente, se consideraba que la medicalización
era impulsada por la profesión médica y los médicos, cuya autoridad y poder
culturales les permitieron aumentar la jurisdicción médica sobre la salud y la
sociedad de las personas, lo que resultó en lo que Illich describió como
"imperialismo médico" (3).
Análisis más recientes resaltan la medicalización de
muchos aspectos de la vida e identifican algunos impulsores cambiantes,
particularmente en los Estados Unidos y Europa, los intereses de la industria
farmacéutica de crear nuevas categorías de enfermedades para vender
medicamentos, el aumento de la biotecnología y la genómica, y los sistemas de
salud como la "atención administrada" que limitan la provisión o la
elección, todo lo cual ejerce un poder creciente para definir problemas de
salud "legítimos" (3).
Paul Conrad, propuso que la medicalización tiene 3
motores:
Los consumidores constituyen el primero de ellos, porque
las personas utilizan cada vez más la terminología médica para analizar su
propia salud influenciada por la televisión y la Internet. Además, los anuncios
alientan a las personas a considerar las necesidades de salud que de otro modo
no habrían pensado. Están surgiendo nuevas representaciones sociales de la
salud y la enfermedad, por ejemplo, las representaciones de la belleza
idealizada y los "tratamientos" paralelos de la cirugía estética (1).
La tecnología es un factor impulsor de la medicalización
por muchas razones. Primero, las nuevas herramientas de diagnóstico significan
más posibilidades de descubrir enfermedades. Sin embargo, a menudo los factores
de riesgo se consideran patológicos y, por lo tanto, se tratan. A veces, el
"descubrimiento" de nuevas enfermedades es realizado por empresas
farmacéuticas que también tienen el tratamiento "correcto"(1).
La administración de la atención médica también es una
fuerza de medicalización. Por ejemplo, considerar la depresión como una
condición causada por un desequilibrio químico legitima un tratamiento basado
en medicamentos en lugar de psicoterapia costosa. Sobre estas bases, los
problemas sociales se transforman en problemas médicos (1).
MENSAJES CLAVE
La importancia de este tema
radica en que se está frente a un problema de salud pública: el poner etiquetas
de enfermedades a individuos sanos conlleva necesariamente a un uso irracional
de medicamentos y al aumento del gasto público. Por ello es necesario que el
lector que se ha encontrado con esta publicación tenga en cuenta los siguientes
aspectos con el fin de tomar conciencia ante la inevitable medicalización en la
que se encuentra la sociedad del siglo XXI.
Es necesario que la sociedad en
general tenga en cuenta que en el medio circulan mensajes de carácter
publicitario, es decir pagados por una empresa con intereses en el consumo. No
por el hecho de aparecer en televisión o redes sociales, se debe pensar que el
medicamento nuevo o difundido se necesita o asumir que se padece de una enfermedad.
La definición de la OMS sobre el
estado de salud absoluta debe ser considerada con un pensamiento crítico ya que
no se trata de caer en la obsesión por la búsqueda de una salud perfecta, ya
que no existe. Es necesario que el lector sea advertido que el miedo siempre ha
sido una forma de manipular a las personas para favorecer los intereses
particulares de un grupo minoritario, a este hecho no ha escapado la salud.
“La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y
no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.” -OMS, 1948 (4).
Como menciona Pérez, generar en
la sociedad una angustia desmedida por síntomas banales, hace que los
individuos se vean vulnerables ante la etiqueta de enfermedad impuesta (2). La
calvicie, la timidez, la menopausia, fingir ser feliz en una estado depresivo o
el no querer trabajar luego de un periodo de vacaciones, no se trata de
enfermedades que requieren de un tratamiento farmacológico sino que son
situaciones de la vida que a lo mejor, según su gravedad, pueden ser
considerados como sufrimientos o malestares, razón por la cual la sociedad debe
cambiar su propia percepción de la salud para no tratar como enfermedad lo que
no lo es.
Por otro lado, los profesionales
del área de la salud deben ser conscientes del problema que hay detrás de un
uso irracional de los medicamentos, el impacto que ello genera sobre la vida
individual de las personas y el gasto público implicado en el tratamiento de
estas “enfermedades”. Como sostiene Quadrelli, el personal médico puede estar
fácilmente tentado a caer en la medicalización ante las presiones económicas,
sin embargo, es necesario en estas situaciones analizar de una manera objetiva
lo que en realidad representa un estado de enfermedad para evitar querer
abordar todas las diferencias de la sociedad como si se tratara de patologías
que requieren un tratamiento farmacológico, es decir, que habrá que preguntarse
hasta dónde llegan los límites del papel de la medicina en la reducción del
sufrimiento (5).
En común acuerdo con Pérez 2013,
sí estos sufrimientos y malestares que forman parte de la vida de las personas
no se consideran como una enfermedad pueden obtenerse mejores resultados que
los obtenidos con una medicalización de la misma (2). Por ejemplo, habría que
preguntarse hasta qué punto es necesario la prescripción de antidepresivos como
la Paroxetina en personas que les cuesta relacionarse (fobia social) o si
resulta ser más beneficioso hacer entender que se trata de eventos propios de
la vida en la que cada persona actúa de una manera diferente y no por ello es
malo. Quitar la etiqueta de “ansioso” a una persona, no sólo podría mejorar su
calidad de vida, sino que además se disminuye el riesgo asociado al uso
irracional de estos medicamentos, dado que por ejemplo la Paroxetina se ha
asociado con eventos que van desde defectos congénitos, anomalías cardíacas hasta cáncer de mama (6).
También es competencia de los
laboratorios farmacéuticos responsabilizarse por los productos que
comercializan, sean de venta libre y, por tanto, expuestos mediante internet
y/o televisión, o medicamentos de venta bajo fórmula médica que deben
anunciarse en publicaciones de carácter técnico o científico para los
profesionales de la salud. El titular del registro sanitario es quien responde
ante la entidad de inspección, vigilancia y control (INVIMA) en caso de que
ocurra alguna vulneración, mediante el contenido del material publicitario, a
la salud individual y colectiva, por el incumplimiento de los requisitos
exigidos para realizar una correcta divulgación publicitaria del producto,
tales como, orientar el uso adecuado, ser objetiva, veraz y sin exagerar las
propiedades, y señalar las indicaciones o usos con lenguaje claro, buscando
siempre no generar confusión, ni inducir errores (7).
Finalmente este problema debe ser
también competencia de instituciones políticas sanitarias, como el INVIMA y el
el Ministerio de Salud quienes tienen la capacidad de autorizar qué servicios
se prestan a la población. La mercantilización de la enfermedad por parte de la
industria farmacéutica puede ser detenida con la rectoría del gobierno para
autorizar la comercialización de los servicios adecuados a quienes
verdaderamente los necesitan evitando de esta manera el gasto en servicios para
atender demandas superfluas (2).
CONCLUSIONES
La medicalización es hoy día
reconocida como un problema de salud pública que no sólo afecta directamente a
cada persona al asignarle una etiqueta de enfermedad y con ello un tratamiento
sino que además tiene un impacto en los recursos públicos. Muchos de estos
tratamientos son de tipo farmacológico patrocinado y promocionado por
industrias farmacéuticas a través de su divulgación en los diferentes medios de
comunicación. El impacto de todo ello es un uso irracional de los medicamentos
en personas que no los necesitan. Por esta razón, se hace necesario tomar
conciencia de los efectos de la medicalización.
REFERENCIAS
- Maturo, A. Medicalization: current concept and future directions in a bionic society. Mens sana monographs. 2012;10(1):122.
- Pérez M, Bobo M, Arias A. Medicalización de la vida. «Etiquetas de enfermedad: todo un negocio.»Medicalization I. ‘Disease labeling: All business.’. Atención Primaria. 2013 ;45(8):434,438.
- Conrad, P. The medicalization of society: On the transformation of human conditions into treatable disorders. JHU Press. 2007; 3.
- Organización Mundial de la Salud. Constitución de la Organización Mundial de la salud. 1948.
- Quadrelli S. La medicalización de la vida: entre el anhelo y la quimera. Revista Americana de Medicina Respiratoria. 2015;15(1):2-10.
- Nevels R, Gontkovsky S, Bryman W. Paroxetine—The Antidepressant from Hell? Probably Not, But Caution Required. Psychopharmacol Bull. 2016;46(1):77–104.
- Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos. ABC de publicidad de medicamentos. Disponible en: https://paginaweb.invima.gov.co/images/stories/ABCpublicidad/Cartilla_Medicamentos.pdf [consultado el 15 de octubre de 2019].
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